Aterrizamos en KATHMANDÚ, la capital de Nepal. Y como
primera impresión… sentimos el CAOS. Calles sin asfaltar, llenas de gente,
ruido, sin aceras para caminar, así que teníamos que luchar por nuestro derecho
a caminar por las calles entre motos, bicis, coches y gente cargada con millones de artilugios en cestos colgados de la frente. Aun así también éramos
capaces de ver el encanto que emanaba de éste lugar, el color que aportaban los
trajes de las mujeres, y esas miradas profundas tan típicas de éste lugar del
mundo, donde no faltaba una sonrisa para saludar.
A la vez nos sentimos muy
observados, quizás yo más, por ser mujer era el objetivo de miradas de cuantos
se cruzaban en nuestro camino (mujeres y hombres indistintamente), quizás por
curiosidad, quizás por no estar seguros de sí era turista o era de allí (mucha
gente comenzaba a hablarme en nepalí, y al ver que no entendía se daban
cuenta que no era local).
Poco a poco fuimos adaptándonos,
y sintiéndonos más cómodos con la nueva situación. Recorrimos sus calles con más
soltura y aprendimos a negociar el precio como unos artistas, ya que ningún
precio era fijo.
También nos perdimos entre
las calles del pueblo de PATAN
recorriendo las calles de la plaza conocida como “Dubar Square”. Donde, como en el resto del país, las vacas campan a sus anchas, ya sea en las calles, entre los coches o en las plazas. Como es sabido aquí y en la India, las vacas son sagradas, y matar a una de ellas, ya sea intencionadamente o por accidente, supone 1 año de prisión. Como para jugarsela a comer una hamburguesa...!!
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