Tras 7 horas de autobús, sin aire
acondicionado, pero si con múltiples mini-ventiladores distribuidos por todo el
autobús (¡¡lo nunca visto!!), llegamos a la ciudad de Pokhara. Famosa por su
sagrado lago Phewa, por estar rodada de las montañas más inmensas del mundo, y
porque es desde aquí donde se comienzan los trekkings mas famosos del montañoso
nepal.
Ésta ciudad nos sorprendió gratamente
en comparación a la capital. Parecía algo mas tranquila y menos atropellada, y
con más lugares naturales rodeando la urbe. Aunque ésta era solo una cara de
ella, la que nos intentan ofrecer a aquellos que la visitamos. Pero éste lugar
también mira hacia hogares muy humildes, gentes con muy poco, y situaciones de
vida muy complicadas, que pasan muy desapercibidos si no tratas de abrir bien
los ojos. Éstas son las situaciones que te parten el corazón, y te hacen
replantearte muchas cosas, aunque tus propios actos no vayan a tener ninguna
consecuencia positiva directa frente a lo que uno ve.
Un bonito mirador para divisar la
ciudad y el maravilloso lago, es el lugar donde se encuentra la espiritual Gran
Pagoda de la Paz Mundial budista. Es de un color blanco intenso pero a la vez
muy sobria en cuanto a su construcción. El lugar es privilegiado, y deja esa
ventana abierta para que los más curiosos divisen todo aquello que alcancen a
ver sus ojos.
Los alrededores del lago son zonas tranquilas y con una
energía especial, por lo que era mágico ver los hermosos atardeceres allí.
Y… aprovechando que la mayor parte de la gente me confunde
con una Nepalí, y que mis padres me enseñaron: que “donde fueres haz lo que vieres”…
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