Bueno, empecemos por el principio...
Hemos abandonado las ruidosas y calurosas calles de Ho Chi Minh, para cargar con nuestra mochila por las silenciosas y frías calles de Tokio.
Hemos abandonado las ruidosas y calurosas calles de Ho Chi Minh, para cargar con nuestra mochila por las silenciosas y frías calles de Tokio.
No nos enteramos de nada, este mundo es muy raro para nosotros,
¡¡ni siquiera somos capaces de leer los precios de las comidas!!
Aunque por suerte en muchos restaurantes hay maquetas muy realistas de sus platos.
Aunque por suerte en muchos restaurantes hay maquetas muy realistas de sus platos.
A cada rato nos paramos con la boca abierta para ver como estas personas con los ojos más grandes que rasgados, actúan de maneras bien marcianas, para nosotros: como se despiden, como te dejan pasar... y de repente te sientes un bárbaro con mochila entre tanta educación.
Allí está, ya la vemos es Raquel, nuestra amiga y ahora nuestra embajadora y guía de Japón y Tókio.
Después de coger un taxi, que se abría sólo y donde el conductor cambiaba unas suaves marchas con guantes de mimo, por fin llegamos a casa de Motomiya, este entrañable señor nos acogería durante 4 días en su humilde casa donde nos vimos provistos de todo.
Tras una corta noche, quizás porque el sueño era mucho..no sabemos como de repenten nos vimos encima de este sofá con dos ruedas recorriendo las educadas calles de Tokio.
Os aseguramos que seguir a Raquel, con " La Harley" de la Scooters, tiene sus dificultades pero lo conseguimos.
A lo largo del día estuvimos visitando Tokio.
Sus calles...
Sus mascotas...
Y sus habitantes... (en el cruce más transitado del mundo)
Una vez aparcada nuestra motaza y para finalizar el día (o al menos eso creíamos), nuestra querida Raquel nos deleitó con esta suculenta comida hecha a base de carne de Kobe, que nos despertó nuestras muy, muy aletargadas papilas gustativas.
Se nos saltaban las lágrimas...
Sus mascotas...
Y sus habitantes... (en el cruce más transitado del mundo)
Una vez aparcada nuestra motaza y para finalizar el día (o al menos eso creíamos), nuestra querida Raquel nos deleitó con esta suculenta comida hecha a base de carne de Kobe, que nos despertó nuestras muy, muy aletargadas papilas gustativas.
Se nos saltaban las lágrimas...
Y una vez más, con Raquel por delante, y tras mucho Sake caliente, nos volvimos a meter en un taxí y acabamos como todo buen "Japo"....cantando, en un ¡¡Karaoke!!